En la Antigüedad, la forma del libro era de rollo. Sobre una de las caras se escribía el texto en columnas sucesivas. El lector iba desenrollando un extremo y enrollando la parte ya leída con el inconveniente de que todo el libro debía ser desenrollado de nuevo antes de que otro lector lo usara. Este sistema ocasionaba un gran deterioro del material que solía ser el papiro. La base para preparar el papiro eran finas tiras del tallo fibroso de una planta que crecía a orillas del Nilo. Se superponían perpendicularmente dos capas de estas tiras fibrosas, se secaban al sol y se prensaban hasta formar hojas que se unían más tarde entre sí hasta formar el rollo. Se usó en toda la zona mediterránea durante milenios pero apenas ha llegado alguna muestra hasta nuestros días. Toda la producción de papiros estaba bajo el monopolio de los egipcios. En momentos de escasez se buscaron nuevas soluciones.
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