Ojos de moscas que todo lo que ven sin que haya una línea para precisar un panorama. Mapas imprecisos, constancia de olores que son tránsitos, que son vueltas, que son recuperaciones de lo mejor por donde alguna vez estuvimos.
Pienso en las bibliotecas de Santo Domingo, las idas, las que dejaron sus sombras en los autores que luego nunca nos dejaron y están aquí.
BIBLIOTECA FROILÁN TAVAREZ
Era un palecete del neoclásico trujilloneano. Por algo fue la Biblioteca del Partido Dominicano, en la Avenida que en aquella Era de Trujillo era la última avenida y que luego llevaría el nombre, paradójicamente, de uno de los ajusticiadores del tirano: el Teniente Amado García Guerrero.

Último edificio donde estuvo la biblioteca del Ayuntamiento de la capital
Acceder a la Biblioteca “Froilán Tavarez”, cerca de la Avenida Duarte era como estar llegando a un templo. Subir, entrar, de frente una sala con escritorio al fondo y en ambas alas, estantes donde predominaban libros encuadernados en negro. En ambos lados, habitaciones, mesas de caoba que olían a resina, suaves como el ámbar.
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