Antes de que existieran archivos oficiales, los cronistas e historiadores construían sus propias colecciones de documentos y las conservaban con gran celo a sabiendas de que muchas de esas piezas eran únicas e irremplazables.
Cuando se leen las crónicas de Bartolomé de las Casas y de Gonzalo Fernández de Oviedo se nota que ambos historiadores contaban con bibliotecas particulares excepcionales para la época en que preparaban sus obras.
El historiador Antonio de Herreras y Tordesillas fue más afortunado, pues tuvo a su disposición los archivos del Consejo de Indias y de la Corona española y por eso su historia completa las crónicas anteriores con algunas noticias oficiales.
Los primeros historiadores dominicanos también tuvieron que construir sus propios archivos y bibliotecas, y ese fue el caso de Antonio Del Monte y Tejada, cuyo cuarto volumen de su gran Historia de Santo Domingo está enteramente dedicado a reproducir muchos de los documentos raros y únicos que le sirvieron para preparar su obra.
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